Por Marc Bernabé
La explosión del
manga para chicas en Japón se dio a partir de más o menos la mitad de los años
70, cuando por fin se incorporaron como profesionales jóvenes dibujantes que se
habían criado con las historias de Osamu Tezuka y Shōtarō Ishinomori. Estas
chicas, nacidas alrededor del año 1949, reciben el nombre de “Grupo del 24”, ya
que el año 24 de la era Shōwa (reinado del emperador Hirohito) se corresponde
con nuestro 1949, y proporcionaron al manga para chicas el estatus que por fin
se merecía. Si hasta ese entonces el shōjo manga había consistido
principalmente de historias más bien lacrimógenas sobre huérfanas, princesas
que esperan a su príncipe, bailarinas de ballet (consagradas o aspirantes) y
demás, fue a partir de la llegada en masa de mujeres dibujantes al manga cuando
la calidad y variedad del manga para chicas aumentaría de forma exponencial e
incorporaría todo tipo de temáticas, como la ciencia-ficción, el horror, la
historia clásica o moderna, y lo que nos podamos imaginar.
Esta introducción
sirve para que seamos conscientes de que los primeros 25 años de manga moderno
(si consideramos que el “manga moderno” surgió a raíz de la revolución que
Osamu Tezuka generó con su obra Shin-Takarajima en 1947) se escribieron sin casi
participación de las mujeres y que incluso el manga para chicas estaba dibujado
por hombres. El propio Tezuka, así como otros grandísimos pesos pesados de la
historia del manga como Shōtarō Ishinomori, Fujiko F. Fujio, Fujio Akatsuka,
Kazuo Umezu y muchos otros, dibujaron shōjo manga en los años 50 y 60. El
motivo era básicamente el estatus de la mujer en Japón, que debía dedicarse a
las labores del hogar y raramente trabajaba fuera de casa una vez contraía
matrimonio. Por supuesto, dedicarse a algo tan “indigno” (en la época) como
dibujar manga, y más si eras una chica, estaba mal visto por cualquier familia
que se preciara, lo que dio como resultado que poquísimas mujeres, hasta
mediados de los años 70, pudieran dedicarse a ello.
Como con todo,
por supuesto hubo excepciones a esta norma, sobre todo una muy grande: Machiko
Hasegawa. El nombre de Machiko Hasegawa (1920-92) es uno de los más prominentes
en la historia del manga. De hecho, rompe el propio marco del manga y va más
allá: es uno de los nombres más famosos de la posguerra japonesa y uno de los
personajes más influyentes en la sociedad japonesa moderna. No sé muy bien si a
Hasegawa se la puede considerar mangaka en el sentido más habitual de la
palabra, puesto que su obra estuvo siempre centrada en las tiras humorísticas
en periódicos, así que no es una autora “típica”, de las que publica en
revistas de manga. Por lo tanto, está situada un poco entre lo que sería el
manga, lo que sería la caricatura y lo que sería el “periodismo costumbrista inocente”.
Machiko Hasegawa,
mujer modesta por naturaleza, fue discípula directa de Suihō Tagawa, el
dibujante de manga más conocido en la preguerra gracias a su personaje
Norakuro, un perro militar que en los años 30 llegó a ser considerado “el
Mickey Mouse de Japón”. En el estudio de Tagawa, Hasegawa aprendería todo lo
necesario para convertirse en una dibujante de manga profesional. Poco más
tarde empezó a hacer sus pinitos dibujando historietas y en 1946 empezó a
dibujar unas tiras diarias de periódico tituladas Sazae-san. En 1949, la serie
Sazae-san pasaría a las páginas del periódico nacional Asahi Shinbun y no las
abandonaría hasta 1974, cuando la autora quiso, por decisión propia, terminar
la serie. Sazae-san se convirtió en un icono de la cultura popular japonesa y a
menudo se la menciona como un verdadero documento de la posguerra japonesa y su
posterior “milagro económico”. Así, en las primeras tiras, Sazae tiene que
sufrir para conseguir cupones de racionamiento y recurrir a la picaresca para
superar la miseria y la carestía de comida y mercancías, mientras que con el
paso del tiempo se casa, tiene un hijo y se enfrasca en conseguir las “tres
joyas de la corona” (televisor en blanco y negro, lavadora y nevera). En
definitiva, va evolucionando junto a la propia sociedad japonesa.
Sazae-san es uno
de los mangas más queridos por los japoneses. La popularidad de esta serie se
pone de manifiesto sobre todo en su serie animada, en antena desde el año 1969
(y sigue en antena), récord absoluto de longevidad para una serie animada, y
encima siempre se coloca como líder absoluto de audiencia cuando se emite,
semana tras semana, los domingos por la tarde. Como anécdota personal, cuando
le digo a algún japonés o japonesa de cuarenta o cincuenta años para arriba que
me dedico a traducir manga y anime, hay muchos números de que una de las
primeras preguntas que me haga sea “¿Y Sazae-san no la vas a traducir?”
Lógicamente, ellos no se dan cuenta de que este anime es tan y tan costumbrista
y “soso” para el gusto occidental que ninguna distribuidora se atrevería a
comprar sus derechos, y tampoco ninguna televisión se atrevería a emitirlo por
temor a un descalabro importante en las audiencias.
Así pues, pese a
las escasísimas mujeres dibujantes profesionales de manga que hubo en el largo
período que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de
los años 70, al menos una de ellas, Machiko Hasegawa, no solo consiguió ser
reconocida, sino que además se erigió como una de las creadores más incluyentes
y queridas de todos los tiempos.
Si quieres saber
más, puedes visitar las varias entradas que le dedico en mi blog MangaLand: