Celebro enormemente el premio concedido a Nuria Pompeia por la joven Asociación de Autoras de Cómic (AAC) a la que me honra pertenecer y a la que auguro un espléndido y fructífero futuro, que se inicia brillantemente con el reconocimiento adeudado a una de nuestras más insignes pioneras. Ya en otras ocasiones he manifestado ideas que repetiré nuevamente para homenajear a Nuria y glosar rápidamente un esbozo de su significación en nuestra genealogía, aún en construcción, pero extremadamente necesaria para dejar de ser siempre excepciones efímeras y sobrevivir a la banalidad de la cultura instantánea. Para ello, rescatar la memoria y dialogar con ella, trenzando y destrenzando posturas y debates desde nuestra propia voz, en un marco que permita la permanencia y la visibilidad a nuevos lenguajes, es un proyecto vital para las autoras, lo asumamos o no, que inician las pioneras.
Con Nuria, la autorepresentación femenina con voz propia irrumpe en la escena de la historieta española a final de la década de los sesenta cuestionando el estereotipo de la maternidad en Maternasis (Kairós /67), al mismo tiempo que estalla el fenómeno de la liberación sexual sobre la generación de los anticonceptivos y el mayo francés. En este escenario de liberación masculina que supuestamente nos venía a rescatar, Claire Bretécher, en Francia, y Nuria Pompeia, en Cataluña, inauguraron un uso activista del lenguaje del cómic al posicionarse como mujeres, introduciendo su visión y su representación en el diálogo masculino, dando cuerpo al mensaje con su intrusión en revistas mayoritariamente dirigidas al clásico soporte del medio: el lector-hombre. (Las metamorfosis / Triunfo, 1968)
La huella pionera de Nuria Pompeia abrió una importantísima puerta para todas las mujeres, no sólo para las autoras, sino también para las lectoras.
Su trabajo mostró a todos la vivacidad del lenguaje del cómic fuera de su ámbito natural (los tebeos) poniendo su potencial didáctico y práctico al servicio de las mujeres cuando el cómic era un mundo cerrado para ellas. Insertó el mensaje en las élites culturales, al tiempo que introducía la rebelión en el mundo de las revistas femeninas, y se hizo un lugar de honor dentro del humor gráfico, mundo que, para las mujeres, es un espacio más tabú, si cabe, que el cómic clásico. A finales de los años setenta, las pioneras del cómic adulto salimos de los colectivos comprometidos en la transformación del medio, a la búsqueda de empoderamiento de espacios, siguiendo el camino que había abierto Nuria.
Nuria ha sido nuestra Bretécher muy especial, su obra añade a la tradición crítica el firme compromiso con la realidad práctica del feminismo, y su mensaje es transversal, encajando género, clase y diversidad, se dirige a todos los seres humanos. Creemos que tanto el cómic como la sociedad están en deuda con ella.
Personalmente, como autora de la generación del compromiso, quiero hacer manifiesto mi homenaje a Nuria Pompeia enfatizando que el fruto de su trabajo inicia y alienta la larga lista de autoras que nos han de ayudar a visualizar una representación femenina tan múltiple como llena de complejidad, en continua lucha frente a los estereotipos.
Marika Vila
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